lunes, 25 de agosto de 2008

LIONEL ATWILL Y FAY WRAY: UNA PAREJA DE MIEDO (II).


Con este mega-reportaje -¡ya veis que nosotros no descansamos en agosto! XD- terminamos el especial dedicado a Lionel Atwill y Fay Wray, aunque por supuesto son dos artistas a los que nunca dejaremos de lado en este humilde y macabro rincón. Por ahora disfrutad del repaso a las tres joyitas que protagonizaron juntos.

DOCTOR X

Nos situamos en 1932 y en una de las primerísimas muestras de explotación del horror fílmico. La First Nacional Pictures (Warner Bros) deseaba su parte del por entonces tan de moda cine de terror, así que se decidieron a realizar su propio film macabro, con sus propias estrellas. Para ello reclutaron al gran Michael Curtiz como director y se descolgaron con un argumento que tenía ecos de Frankenstein, El Fantasma de la Opera y cualquier relato pulp con científico loco. Es realmente ese toque de literatura de misterio barata, lo que hace que “Doctor X” sea tan entretenida y absorbente, a pesar de sus muchos fallos argumentales. Sin olvidar el baile de géneros que presenta, en una época en la que las constantes del terror en cine no estaban aun del todo definidas, por lo que la película podría definirse como una pieza de misterio científico con aroma terrorífico, pero también con excesivos toques de romance e incluso comedia “slaptick”.

La historia tiene su origen en una obra teatral. Lionel Atwill interpreta aquí a Jerry Xavier, un científico al que interpreta con su habitual toque autoritario y misterioso. La academia que regenta se convierte en el principal foco de sospecha de las idas y venidas de un misterioso criminal conocido como “El Asesino de la Luna Llena” que mata mujeres de forma salvaje en ese periodo lunar, y cubre su rostro con una máscara de piel sintética. Uno de los presentes en la mansión es el asesino, y eso atrae la atención de un periodista deslenguado (Lee Tracy), que además de servir de espectador para un bizarro experimento del doctor Xavier destinado a desenmascarar al asesino, se sentirá atraido por la hija de este, interpretada por Fay Wray. Referencias al canibalismo e incluso al incesto nos convencen de que estamos ante una película pre-código Hays.

La trama no es que sea muy original, siendo el habitual recorrido por los tópicos del gótico y el misterio en mansión aislada (estilo Agatha Cristie). Pero lo que hace que esta obrita trascienda como una experiencia realmente disfrutable –además, por supuesto, de nuestra pareja protagonista- es su concepción técnica. En una época de experimentos, el Technicolor que tinta las imágenes del film se descubre como todo un logro, y el trabajo fotográfico del excelente Ray Renahhan -unido a unos decorados artísticos muy meritorios-, nos regala unas escenas llena de contrastes entre el color y el claroscuro inevitable en este tipo de producciones. En cuanto a la historia, el grupo de sospechosos –todos ellos con algún tipo de traba física- es lo suficientemente atrayente como para mantener el interes del “whodunit” que se nos presenta, y como decíamos las referencias al canibalismo que encontramos en la trama la hacen más avanzada para la época de lo que en realidad parece. El bloque final, con secuestro de Fay Wray (que nos regala algunos de sus legendarios gritos) y revelación final del “psycho killer” es lo suficientemente emocionante como para sobrepasar el aprobado.

Es una pena, eso sí, que tengamos que soportar el personaje del periodista infiltrado en la casa. Sus chistes y gracietas –que incluyen jocosos encuentros con trampas ocultas y pasadizos secretos-, hacen bajar enteros la película cada vez que aparecen en escena. Pero aun así, el carisma de Atwill y Wray consiguen dignificar aun más la ya de por si interesante propuesta.

LOS CRIMENES DEL MUSEO (THE MISTERY OF THE WAX MUSEUM).

Tras los excelentes resultados en taquilla de ”Dr.X”, la Warner no perdió el tiempo y convocó al mismo equipo técnico y artístico para regalarnos otro cuento macabro lleno de perversidad. Así, Michael Curtiz volvió a contar con Atwill y Wray como ejes de la trama en “Los Crímenes del Museo” (1933), un film de mayor calidad que se predecesor y todo un festival de tenebrismo para nosotros, gourmets del horror vetusto, que podemos disfrutar hoy en día de esta película gracias a su afortunado descubrimiento en los años 70, mientras acumulaba polvo en los archivos de Jack Warner. Hasta ese momento, “Los Crímenes del Museo” se había considerado perdida y solo podíamos hacernos una idea de ella viendo su estupendo remake, “Los Crímenes del Museo de Cera” (1953), en el que Vincent Price sustituyó a Atwill con su habitual maestría.

Lo cierto es que el film de Price respeta casi punto por punto la trama de la versión del ´33, pero dándole un retoque que lo acerca casi a la categoría de “…para todos los públicos”. En el viejo clásico con Atwill y Wray, de nuevo disfrutamos de una sinopsis y unos diálogos “pre-código de censura”, lo que nos permite asistir a sorprendentes detalles macabros –especialmente en los asesinatos y en la atmósfera mortuoria del decorado del museo de cera- y también resulta chocante el aperturista tono erótico del film, con una escena final en la que Wray, atada a una mesa, es desnudada lujuriosamente por Atwill y una conversación en la que la periodista interpretada por Glenda Farell le pregunta a un policía: “¿Cómo va tu vida sexual?”. Momentos impensables en el remake posterior.

La trama no es desconocida para los fans de nuestro género. Tenemos la clásica variación sobre el esquema Fantasma de la Ópera, en el que Atwill interpreta a un artista de las figuras de cera que resulta terriblemente desfigurado en un incendio y se cobrará una cruel venganza sobre sus verdugos. A la vez que desarrolla sus planes, se encaprichará de una bella chica a la que querrá conservar bella eternamente como una de sus siniestras figuras de cera. El actor británico nos maravilla con una de sus más atormentadas composiciones para la pantalla, resultando amenazador en todo momento –incluso cuando le vemos en silla de ruedas- y Fay Wray es el contrapunto perfecto con su sutil encanto y sus imprescindibles gritos.

En cuanto a los secundarios, la periodista antes mencionada cumple la misma función bufa que tenía el personaje de Lee Tracy en “Doctor X”, aunque resultando en mi opinión bastante más soportable que aquel. Dignas de recuerdo son las escenas en las que Atwill acecha a sus víctimas con su macabro maquillaje y por supuesto el primitivo technicolor de dos tonos le permite a Curtiz volver a emplear con gran soltura el juego de atmósferas y de contrastes pictóricos que le dan ese aire tan especial a sus dos films con la pareja que nos ocupa. Resultando, como decimos, una película superior en todos los aspectos a su primera colaboración conjunta y un clásico legendario para fans del horror y admiradores de la recordada versión de Vincent Price, que tiene aquí su más que digno antecedente.

EL VAMPIRO ACECHA (THE VAMPIRE BAT)

Finalizamos con una cinta rodada el mismo año que “Los Crímenes del Museo”, aunque esta vez en un glorioso blanco y negro que nos retrotrae a los mejores momentos del horror años 30. No será la única referencia cronológica que nos encontremos, ya que “The Vampire Bat” (1933), es la respuesta de la modesta Majestic al boom del terror que comenzaba a gestarse gracias a los éxitos de los monstruos clásicos de la Universal, igual que las dos anteriores películas de nuestra pareja eran la respuesta de la Warner. En aquella época todo el mundo, ya fueran productoras de serie A o B, quería apuntarse al carro –no tardaría en contraatacar la Metro con “Freaks” o la RKO con el ciclo de Val Lewton-, y podemos quitarnos el sombrero ante el mimo y calidad que las “competidoras” pusieron para ampliar el naciente universo del horror fílmico. En “The Vampire Bat” volvemos al toque pulp que caracterizaba los dos films “B” de Atwill y Wray, pero la atmósfera creada por el estupendo blanco y negro creado por Ira H. Morgan y la genial utilización de la niebla durante todo el metraje, le da al film un maravilloso toque de cuento de hadas que sazona de maravilla una historia que comienza como terror estilo Universal, continua como el clásico folletín de misterio ambientado en un ambiente rural y concluye con unas pinceladas de ciencia-ficción, lo que otorga variedad y gran entretenimiento al conjunto. Además de Atwill brillando con luz propia en el papel del científico local y la hechizante Fay Wray –con un papel más breve en esta ocasión-, tenemos nada menos que a Dwight Frye haciendo un “reprise” de sus míticos papeles en la Universal (siendo el Renfield de “Drácula” el más recordado), en este caso un pobre diablo acusado de una ola de crímenes sangrientos en la villa. ¿Quién es el vampiro que amenaza a los lugareños? ¿Tiene un lado oscuro el pacífico pero siniestro doctor interpretado por Atwill?

Fay compone junto al protagonista Mervin Douglas la típica pareja de tortolitos enfrentados al mal, que abundaron en esta época casi tanto como los periodistas metomentodos, de los cuales hemos visto algunos ejemplos en las dos anteriores películas de nuestra pareja. El Doctor que interpreta Atwill instruye en el mundo del ocultismo al personaje de Douglas, que no acaba de creer en la raiz sobrenatural que sugieren los crímenes.

La trama que hace referencia al sonambulismo resulta fresca en el cine de la época, aunque no deja de recordar el ambiente de “El Gabinete del Dr. Caligari” . Los toques de humor son más escasos en este tercer encuentro entre Atwill y Wray –eso si, mucho mejor llevados, siendo el principal foco la tía hipocondríaca- pero el toque siniestro bizarro se mantiene, con algún que otro momento realmente meritorio y macabro que no desvelaré aquí si aun no habéis tenido la oportunidad de disfrutar de esta joya oculta.

Y lo mismo digo del resto de películas de este ciclo. Si las tres permanecen ocultas para vosotros, ¡descubridlas! “Doctor X” puede ser encontrada en Zona 1, subtítulos en castellano incluidos, en varias ediciones. “Los Crímenes del Museo” aparece como extra de la reciente edición española en DVD del remake de Vincent Price. Por último, “The Vampire Bat”, además de ser de dominio público y poder ser vista y descargada en la red, podréis encontrarla en el pack de L´atelier 13 “Grandes clásicos del Cine de Terror” que parece ser que al fin podremos disfrutar el mes próximo.

En definitiva, tres muestras imprescindibles de una añorada forma de entender el género y del carisma interpretativo de dos actores legendarios.

miércoles, 20 de agosto de 2008

LIONEL ATWILL Y FAY WRAY: Una Pareja De Miedo (I)


Vamos a dedicar una entrada en dos partes a un dúo insólito que protagonizó algunos de los clásicos más recordados de la historia de nuestro género favorito y que curiosamente intervinieron juntos en tres films de bajo presupuesto justo antes de que se convirtieran en estrellas. Lionel Atwill, curtido en el teatro y poseedor de una de las presencias más inquietantes del medio, aun no había participado en “La Sombra de Frankenstein”, por lo que todavía no era considerado el gran actor de carácter de la Universal que llegaría a ser. Y por supuesto la encantadora Fay Wray aun no había dejado sin aliento a los espectadores con su papel de objeto de deseo de “King Kong”. Y por eso resulta un festín para los aficionados al terror clásico el poder disfrutar de las películas que esta pareja bien avenida rodaron juntos. ¿Quizás estemos ante los Spencer Tracy y Katherine Hepburn del horror de serie B? Eso sería decir mucho, teniendo en cuenta que estos dos iconos solo participaron juntos en tres películas: “Doctor X”, “The Mistery Of The Wax Museum” y “The Vampire Bat”. Y aunque temáticamente las tres cintas no tienen nada que ver, lo cierto es que es inevitable constatar la similar atmósfera de las tres propuestas, el inevitable encanto de las mismas y la estupenda química que se establece entre estos dos intérpretes tan opuestos. Atwill un actor shakesperiano, como muchos otros británicos que se buscaban la vida en Hollywood y Wray una aspirante a “starlette” de las tantas que había en esa época. Y ambos, sin embargo, demostraron un talento que sigue maravillando a sus fans actuales y que convierte estas tres piezas macabras en joyitas de culto.

Antes de esta comentar esta “trilogía”, vamos a ofrecer unas breves biografías de nuestros dos protagonistas. Es curioso que haya un par de coincidencias en las mismas a pesar de la gran distancia que separaba a ambos intérpretes. Pero es cierto que ambos fueron actores recurrentes de la productora Universal –Atwill, como ya sabemos, especializado en secundario de los clásicos del terror y Wray como secundaria de muchos “westerns” silentes del estudio- y los dos comenzaron su carrera fílmica en los años 20 y la acabaron en los años 40. Wray debido a su retiro y Atwill a su prematura muerte.

Nacido en 1885 en un pueblecito londinense llamado Croyton, el futuro “mad doctor” apellidado Atwill comenzó su carrera teatral a la temprana edad de 20 años y pronto especializó su repertorio en obras del famoso bardo y de otros autores más modernos como Bernard Shaw o Ibsen. Este bagaje le permitió trasladarse a los Estados Unidos en 1915 y labrarse una buena reputación en Broadway, debido principalmente a su sonora y profunda voz. Esa cualidad tan distintiva –de hecho su acento autoritario le hacía ganar puntos como villano de la función-, le dio mucho trabajo en una época en la que el cine sonoro comenzaba a desplazar al silente, y los intérpretes con buenas voces eran muy apreciados. Con Michael Curtiz rodó por primera vez en el clásico “Capitán Blood” en un breve papel junto a Errol Flynn y luego repetiría en dos de las películas del ciclo que comentamos hoy. En cuanto al resto de su aportación al terror fílmico es tan amplia que daría para una semblanza dedicada únicamente a su carrera. Tan solo destacar su memorable papel como el manco Inspector Krogh en “La Sombra de Frankenstein” (1939)-tan genialmente parodiado por Mel Brooks en “El Jovencito Frankenstein”- y papeles menos recordados pero igualmente efectivos en las ensaladas de monstruos de la Universal: “Ghost Of Frankenstein”, “House Of Drácula” y “Frankenstein Contra el Hombre Lobo”. Tampoco debemos olvidar su intervención en “La Marca del Vampiro” de Tod Browning, que fue la primera vez que trabajó con Bela Lugosi, y ya alejados del horror, imprescindibles son sus aportaciones al ciclo del Sherlock Holmes interpretado por Basil Rathbone. Como el Dr. Mortimer en “El Perro de los Baskerville” y nada menos que como el profesor Moriarty en “Sherlock Holmes y el Arma Secreta”. Parece ser que sus papeles de villano eran especialmente queridos para él y los mimaba hasta el punto de improvisar algunos de sus diálogos. Como adelantábamos unas líneas más arriba, Lionel Atwill nos dejó de forma prematura en 1946 a causa de un cáncer de pulmón, tras un escabroso escándalo en la época relacionado con unas bacanales que el actor gustaba de organizar. En un periodo histórico en el que comenzaba a instaurarse el código Hays para la censura en el mundo fílmico, este asunto le condenó al ostracismo cinematográfico. No es de extrañar que acabara sus días trabajando para una productora tan infame como la Producers Releasing Corporation, malgastando su talento en seriales de tres al cuarto. Por suerte hoy en día es una estrella de culto reivindicada en todo el mundo.

En cuanto a la dama del grito Fay Wray, su lugar de nacimiento se sitúa en Alberta, Canada, pero se trasladó en su adolescencia a los Estados Unidos donde empezó a trabajar como extra antes de llegar a la mayoría de edad. Tras su etapa de cine mudo en los westerns de la Universal antes citados, su oportunidad de oro le llegó con su papel en “La Marcha Nupcial” de Erich von Stroheim, que le abrió las puertas de Hollywood y la convirtió en partenaire habitual de estrellas como Gary Cooper. Al igual que Lionel Atwill, Fay no tuvo ningún problema en la transición del cine mudo al sonoro, y de hecho muchos años atrás había sido elegida por los publicistas cinematográficos como una de las escasas 13 estrellas de cine susceptibles de triunfar tarde o temprano en el medio. Y así ocurrió poco después de que un productor llamado Merian C. Cooper la informara de que tenía un papel para ella, en el que tendría como pareja a un protagonista “alto y moreno”, sin especificar que se estaba refiriendo a un gorila monstruoso. El papel de Ann Darrow en “King Kong” (1933) la convirtió en una celebridad y grabó a fuego su figura en el imaginario cinematográfico. Con escenas como aquella en la que aguarda atada la aparición de Kong o los momentos en que el gorila la protege, ya sea de monstruos prehistóricos o de aviones del ejercito, todo en la interpretación de Wray destila terror, peligro, emoción y la verdadera sustancia de la que están hechos los iconos del siglo XX y de cualquier otro siglo. Con Cooper también realizó la magnífica “El Malvado Zaroff” y poco después su estrella comenzó a declinar tras elegir algunos guiones poco afortunados. Estas circunstancias se agravaron debido a un traumático divorcio del guionista John Monk Saunders en 1939 tras 11 años de matrimonio. Tras intervenir en algunas cintas de acción de bajo presupuesto y volver a casarse, Fay decidió alejarse de las bambalinas y dedicarse a su vida marital en 1942. En los años 50 y 60 volvió para hacer algunos papeles en cine y sobre todo televisión, pero fue más un “comeback” anecdótico que otra cosa. Su aportación a la historia del cine en el clasicazo de Cooper y Shoedshack fue demasiado icónica y probablemente muy absorvente para Wray, pero ella nunca rechazó dicha fama. De hecho estuvo a punto de realizar un cameo especial en el remake de “King Kong” llevado a cabo por Peter Jackson en 2005, pero por desgracia “la belleza que mató a la bestia” murió en agosto de 2004. Por supuesto el remake fue dedicado a su memoria.

En la próxima entrada analizaremos los tres filmes que unieron a estas dos leyendas de la historia del cine fantástico.

viernes, 15 de agosto de 2008

LA NOCHE DEL DEMONIO (1957) De Jacques Tourneur


Otra de las obras maestras de ese sublime artista del fantástico llamado Tourneur. Ya alejado de la influencia del productor Val Lewton, el realizador estrenó en 1957 este estudio sobre el satanismo y su poder de distorsión de la realidad, tan sutil y sugerente como sus anteriores joyas “La Mujer Pantera” y “Yo Anduve con un Zombie”. El problema viene con el monigote de plástico que el productor Hal Chester le obligó a añadir para hacer el film más comercial y convertirlo en el típico film “con monstruo” que el propio Tourneur intentó evitar cuanto pudo. Por desgracia el dinero manda. Y aún así, si se olvida la patética apariencia del muñeco en cuestión (diseñado por Ken Adam, posteriormente creador de decorados para los films de James Bond), aún podemos disfrutar enormemente de una película tan buena o más que las dos anteriores.

La historia se basa en “El Maleficio de las Runas” relato de M.R. James, el más famoso autor británico de historias de fantasmas, que con esta pieza breve nos regaló uno de sus mejores y más atmosféricos relatos, lleno de la ironía y el toque terrorífico tan habituales en su obra. El film nos cuenta la historia de un profesor de psicología (interpretado por Dana Andrews) que viaja a Inglaterra para dar una conferencia sobre hechicería y desacreditar la secta liderada por el Dr. Karswell (al que da vida Niall MacGinnis, el Zeus de "Jason y Los Argonautas"). El inicial racionalismo e incredulidad del profesor se volverá poco a poco miedo y angustia cuando Karswell le entregue un papel con unas runas malditas, el cual si no se lo pasa a otro infortunado en el plazo de siete días provocará la aparición de un demonio que le quitará la vida. ¿Es todo realidad o fantasía? ¿Racionalismo o espiritualidad?

Lo primero que debemos destacar es, como siempre, la atmósfera. La ambigüedad forma tambien aquí parte del conjunto (a pesar del muñeco de plástico), porque todos los testigos de las apariciones del demonio de las runas podrían ser víctimas de un desvarío mental o de la hipnosis. La primera escena, en la que el ente persigue a una de sus víctimas entre los árboles de un bosque, es realmente aterradora en su uso de las sombras y el sonido (un chirrido angustiante, acompañado con la figura del demonio acercándose a lo lejos), que se repite amplificada en la confrontación final en la estación de tren.

La película además tiene mucho humor y está llena de diálogos inteligentes. El carisma de Karswell, que aparece como un personaje familiar y de perfecto comportamiento (siempre la ambigüedad), es, debido a su afable mirada, uno de los sacerdotes de Satán más insólitos de la historia del cine. Es posible que su aparente normalidad, le haga aún más peligroso. Algo que puede extenderse a toda la película, porque cada escena está impregnada de la amenaza del miedo enterrado. Incluso las escenas a pleno día están llenas de peligro, como esa memorable jornada con un grupo de niños jugando en el jardín de Karswell que de repente tienen que refugiarse en la mansión debido a un repentino vendaval que el propio Karswell parece haber conjurado. Tourneur estuvo, y con razón, especialmente orgulloso del resultado de esta escena, cuyo efecto de vendaval fue creado mediante cuatro motores de aeroplano, y en la que la maldad y amenaza de Karswell queda irónicamente contrastada con el disfraz de entrañable payaso que lleva. Una "set piece" realmente antológica y que aun maravilla en una producción muy anterior a posteriores cintas "satánicas" como "La Semilla Del Diablo" o "La Profecía" . Se puede decir que Tourneur ejerció de auténtico pionero con este clásico, desarroyando una historia de terror moderno insertada en un entorno realista y con personajes en su mayoría perfectamente normales e incluso reconocibles. Eso sí, enfrentados a eventos sobrenaturales de más alla de este mundo.

Como avanzábamos más arriba, otro de los momentos más recordados de "Night Of The Demon" es su absorvente final. Una verdadera lección de como rodar con mano maestra una persecución paranormal llena de emoción y dejando helado al espectador con esa mezcla de onirismo y tensión en la aparición final del monstruo. Que si bien, como dijimos, no esta nada conseguido en el aspecto estético, al menos aparece rodeado de un entorno espectacular que engrandece sus apariciones. ¡Ah! Y otra de las anécdotas del film se refieren a la identificación que algunos críticos quisieron ver del personaje de Karswell con el ocultista Aleister Crowley , famoso mago y pionero del satanismo filosófico. Una figura cuya esencia planea sobre otras joyas del terror clásico como "La Novia del Diablo" o "El Hombre de Mimbre".

En su estreno en America, el film se tituló "La Maldición Del Demonio" y su montaje contaba con 13 minutos menos con respecto a la versión original inglesa. Curiosamente, existe una edición en DVD que incluye ambos montajes del film, a pesar de que no entiendo el interes que puede tener ver una versión reducida de un clásico como el que nos ocupa.

viernes, 8 de agosto de 2008

"TALES OF FRANKENSTEIN" La Hammer En La Pequeña Pantalla


Esta es la historia y la reseña del único episodio que se rodó de lo que iba a ser una de las primeras incursiones de la Hammer en el medio televisivo. Nada menos que una serie dedicada al Barón Frankenstein, gracias al cual el estudio había triunfado tan solo un año antes con la magnífica “La Maldición de Frankenstein”. Precisamente el mismo año que estrenaron el “Drácula” de Terence Fisher, el productor Anthony Hinds dio el visto bueno para que comenzara el rodaje del especial de presentación, que consiste en el cuento de media hora llamado “The Face in the Tombstone Mirror”.

Siendo como era un proyecto ajeno a la forma de trabajar de la mítica productora, el desarrollo del guión y la realización contó con algunas curiosidades que normalmente no asociamos al entorno Hammer. Para empezar, el director del piloto fue Curt Siodmak, una de las luminarias del terror clásico americano, y como no podía ser de otra forma se rodó en Hollywood, en lugar de en el clásico estudio Bray. Siodmak, que comenzó como reputado escritor fantástico –suyo es el libro “El Cerebro de Donovan” -acabó siendo el artífice como guionista de éxitos de la Universal como “El Hombre Lobo” o “House Of Frankenstein”, junto a algunas obras maestras como “Yo Anduve Con un Zombie”. Aquí se encargó de la dirección y por supuesto del guión del primer “Tales Of Frankenstein”, siendo inevitable que el aroma de los clásicos de la Universal impregne buena parte del mismo. Tanto la apariencia del monstruo (interpretado por el altísimo Don Megowan) como la atmósfera en general del relato, nos retrotraen más de una vez a la época dorada del horror americano, pero con algunas pinceladas “modernas” que analizaremos posteriormente. En cuanto a la historia en sí, cuenta como co-guionista con el mismísimo Henry Kuttner, uno de los mejores autores “pulp” de la época, colaborador de “Los Mitos de Chtulhu” y citado por Richard Matheson en la dedicatoria de su magnífica “Soy Leyenda”. El escritor murió poco después de terminar su colaboración en el guión de este film.

Es curioso que a pesar de una reunión de talentos tan meritoria –Kuttner, Siodmak y la propia Hammer-, el proyecto resulte tan desangelado y con un desarrollo que lo condenó al fracaso más estrepitoso. La idea era hacer una co-producción con Columbia en América en la que se llevarían a cabo 13 episodios cada uno contando una aventura auto-conclusiva del mítico personaje que le hubiera situado en ambientes diferentes. Se dice que uno de las ideas para un futuro guión le hubiera presentado enfrentándose a ¡¡Zombies!! Pero los primeros problemas comenzaron con una total falta de comunicación entre las productoras. Hinds se cayó del proyecto casi antes de comenzar, siendo sustituido por Michael Carreras, que entró en cólera al enterarse del coste del episodio rodado en América -80.000 dólares-, argumentando que los ingleses podrían haberlo rodado en su tierra por más o menos la mitad de ese presupuesto. El caso es que Anthony Hinds dejó el sillón de producción después de una reunión en los states y Carreras definió el rodaje del piloto como “una de las experiencias más tristes en toda mi carrera fílmica”. La relación entre productoras fue de todo menos armoniosa y el proyecto sufrió una muerte anunciada que la condenó al status de curiosidad inacabada.

El episodio piloto de “Tales Of Frankenstein” nos trae una historia clásica de la interpretación hammeriana del personaje de Mary Shelley, presentándonos al Barón Frankenstein como un hombre obsesivo y dispuesto a hacer cualquier barrabasada para lograr sus siniestros objetivos. Todo ello por supuesto con la justificación de ser un innovador que desea hacer avanzar la ciencia. Son realmente curiosos los créditos de presentación de la serie –que suponemos hubieran sido los mismos en sucesivos episodios-, con lobos aullando, carruajes andando por parajes siniestros y una voz a lo Vincent Price (con reberv incluido) introduciendo la historia de modo muy añejo. Un toque feísta consiste en esa bola de cristal en la que vemos el rostro deformado del narrador. Y un detalle realmente chocante es la aparición de un plano de…. ¡“Drácula” de Tod Browning! Concretamente la aparición de las tres vampiras en la cripta del castillo. Desde luego si querían rendir homenaje a los clásicos macabros de la Universal esta referencia no podía ser más explícita.

La historia se abre con la habitual escena de resurrección del monstruo, entre probetas burbujeantes y mucha electricidad. El castillo y todo lo que le rodea es un remedo total del ambiente de los films de la Universal, con sus terroríficas vistas nocturnas, sombras amenazadoras y lluvia permanente. Es en este entorno donde el Barón otorga vida a su criatura, que sigue todos los parámetros estéticos propios de Boris Karloff–fuerza sobrehumana, cabeza enorme, electrodos en el cuello, cochambrosa ropa negra-, eso sí, acompañados de un toque quizá más chabacano y sin nada del encanto que Karloff supo conferir a su criatura. El maquillaje que luce el actor nos recuerda poderosamente al Increíble Hulk, de tal forma que parece casi salido de las viñetas de Jack Kirby. Unos cuantos chispazos, unos conmutadores pulsados y ya tenemos en pie a la criatura ante la mirada del mismísimo Barón. El actor que lo interpreta, Anton Diffring, es probablemente lo más flojo de todo el episodio, con una parsimonia y una sosería que son lo opuesto a lo que esperaríamos del “mad doctor” más famoso de la historia. Bien es cierto que el listón había quedado demasiado alto después de la interpretación del "terremoto" Cushing en el clásico de Terence Fisher, pero lo cierto es que la laxitud y las muecas a destiempo de Diffring no consiguen que el personaje levante el vuelo. Tras ser atacado por su propia creación, el doctor decide que necesita el cerebro de alguien inteligente para colocarlo en su criatura.

Tras esto, una atormentada pareja hace su aparición en el castillo –Después de recibir las habituales advertencias amenazadoras de los habitantes del pueblo-, con la idea de pedirle al Barón que cure al enfermo marido. Esta pareja ha oído rumores de los experimentos con la vida y la muerte del doctor y desea que los use para prolongar la existencia del moribundo esposo. A pesar de la determinación que muestra la esposa –interpretada por una muy motivada Helen Westcott-, el Barón les despide amablemente. Sin embargo, al morir el marido poco después en la misma posada en la que nos los presentaron al principio del relato, Frankenstein decidirá robar el cadáver y hacerse con el cerebro para su violento monstruo. Sobornando al sepulturero se hace con él y realiza el experimento fuera de cámara, hasta el punto que tenemos que adivinar que la operación se ha realizado. Esta claro que el formato televisivo no permitió al estudio ser tan sangrientos y rompedores con su propuesta, además de que con la participación del equipo capitaneado por Curt Siodmak, lo lógico es que tengamos un tipo de historia de la vieja escuela, más sugerente que explícita. Quizás eso la hubiera hecho fracasar en un público cada vez más ávido de emociones fuertes. Sin contar más del argumento, y tras un interludio algo aburrido, es en los minutos finales del relato donde se encuentra el verdadero “tour de force” para los fans del terror más clásico, con esa escapada del monstruo y su combate con Frankenstein. Una sucesión de escenas dinámicas y con un estupendo uso de las luces y el decorado, que casi nos hace revivir la impresión de que estamos ante uno de los clásicos de la referenciada Universal. La resolución de la reyerta, con intervención de la sufrida esposa incluida, es sin embargo tópica y bastante forzada.

Don Megowan en un descanso del rodaje.

Una pena que esta iniciativa de la Hammer no prosperara. Con un comienzo algo titubeante pero que prometía y con el plan que el estudio quería desarrollar para la primera temporada, podríamos estar hablando de una serie mítica de la historia de la televisión inglesa si hubiera podido concretarse. Por desgracia las audiencias mandan, y eso unido a algunas decisiones poco afortunadas en el apartado creativo, frustraron el proyecto, a pesar de que el siguiente guión estaba ya listo para ser filmado. El nombre de este segundo episodio hubiera sido "Frankenstein Meets Dr. Varno" . De todas formas, el estudio supo reciclar posteriormente algunas de las ideas proyectadas para “Tales Of Frankenstein” en algunos de sus films de éxito. Algunos ejemplos serian grandes películas como “Frankenstein Creo a la Mujer” y “El Cerebro de Frankenstein”, ambas de Terence Fisher y cuyos argumentos principales fueron sugeridos durante la preparación de la hipotética serie.

Debido a que los derechos del piloto de “Tales Of Frankenstein” son actualmente de dominio público, podemos disfrutarlo sin problema en la web. En el siguiente enlace, de la página www.archive.org, lo encontrareis completo, con opción de descarga incluida:

VER "TALES OF FRANKENSTEIN"

Toda una rareza para los aficionados al mito creado por Mary Shelley, y por supuesto para completistas de la Hammer.

lunes, 4 de agosto de 2008

LA LEGIÓN DE LOS HOMBRES SIN ALMA [White Zombie] (1932) De Victor Halperin


Hablemos un poco de una excelente película cuya calidad es frecuentemente pasada por alto debido a cierto olvido frente a otras obras capitales del género (estaban recién estrenados los primeros clásicos de la Universal), pero que supone un festín de calidad y atmósfera para los aficionados al horror además de ser la primera película que trató el tema de los muertos vivientes. Lo cierto es que la película tiene la particularidad de ser unas de las primeras cintas de terror “independientes” de la historia, al ser fruto de la labor de autogestión de los hermanos Edgard y Victor Halperin. Ambos supieron ver las posibilidades de la obra de teatro “Zombie” , de Kenneth Webb y no tuvieron ningún rubor en encargar un guión basado en ella sin pagar ni un céntimo de derechos de autor –al más puro estilo Murnau-, lo cual evidentemente hizo que Webb montara en cólera e intentara detener el rodaje. Por suerte para los “gourmets” del horror clásico, no tuvo éxito.

Con descartes de decorados de “Drácula” y “Frankenstein”, la labor de maquillaje del creador de monstruos Jack Pierce y el protagonismo de Bela Lugosi en la cima de su carrera como estrella de cine, el realizador Victor Halperin rodó un sugestivo relato sobre la leyenda real de los zombies de Haití (cadáveres redivivos empleados como esclavos) regalándonos un film de una atmósfera lúgubre y mortuoria muy bien conseguida. Como decía la publicidad de la época:

“Una historia de amor en el límite de la vida y la muerte…la historia de un hombre que seduce a la mujer que ama al hechizo de “La Legión de los Hombres sin Alma”, manejando su alma inerte hasta límites que solo él puede manejar”.

En efecto, el señor Beaumont (Robert Frazen) contrata los servicios de un siniestro personaje que responde al nombre de Murder Legendre (Lugosi), para que convierta en Zombie a la mujer que desea (Madge Bellamy), pero que no puede tener por estar comprometida con otro hombre. Legendre cumple su deseo, pero al igual que Mefistófeles (con el que guarda bastantes semejanzas), su satánico pacto reclamará un inesperado y alto precio. La mayor amenaza es el grupo de muertos vivientes al servicio de Legendre. Cadáveres reanimados que le obedecen como autómatas sin conciencia.

El famoso gesto de manos de Legendre

Con un uso genial de las sombras y algunas escenas llenas de poesía, Halperin nos recuerda al mejor estilo Universal (a pesar de que la distribuidora fue la United Artist) en una trama ágil y con el más puro estilo gótico. El contraste pictórico de la fotografía, llena de unos bellísimos grises y negros contribuyen al tono alucinado que preside el argumento. Lugosi, además, crea uno de sus personajes más memorables, resultando terrible y amenazador pero con un ligero toque de ironía que a ratos logra humanizar a un ser que no parece de este mundo. Otra curiosidad de este film es que cuenta con una banda sonora completa creada expresamente para acompañar la trama, algo nada habitual en el cine de la época, ya que hay que recordar que tanto “Drácula” como “Frankenstein” solo cuentan con algunas pinceladas de música clásica que asoman en los créditos y poco más. Este detalle realza muchas de las escenas más recordadas del film, como la siniestra imagen de los “zombies” de Legendre trabajando en la fábrica o las expresionistas sombras que preceden al villano.

Se dice que Bela dirigió algunas escenas debido al abandono de Halperin por ciertas desavenencias durante el rodaje. El propio hijo de Lugosi confirma esta anécdota, pero otros estudiosos de peso la desmienten como uno más de los mitos en torno al actor húngaro, por lo que a día de hoy resulta algo dudosa. Lo que si es cierto es que la película fue rodada en unos escasos once días (en los que Lugosi trabajó solo tres y con un ínfimo sueldo de 800 dólares). La acertada publicidad del film que jugó con sus vagas referencias a “hechos reales” y el nombre, por entonces en el candelero, del gran Bela contribuyeron al gran éxito de “White Zombie” en su época: Ocho millones de dólares de recaudación frente a los 50.000 que había costado.

Una película muy recomendable y además reeditada no hace mucho en un lujoso pack dedicado a Lugosi.