martes, 15 de abril de 2008

RESEÑA: "EL FANTASMA DE LA OPERA" (1925)


“¡Sacia tus ojos! Inunda tu alma de mi maldita fealdad”

Y Seguimos con el cine mudo. Como comentamos en la reseña de "Nosferatu", la Universal Pictures heredó el legado técnico expresionista y comenzó poco a poco a realizar experimentos similares al tenebrismo alemán. Aunque anteriormente había obtenido un buen logro con “El Jorobado de Notre-Dame” (que ya comentaremos), se puede decir que su primer gran film de terror es “El Fantasma de la Ópera” adaptación de la celebérrima novela de Gaston Leroux y en la que Lon Chaney, el primer icono del terror y el mejor actor mudo de la época (y uno de los mejores de todos los tiempos) estremeció a la audiencia con una interpretación que helaba la sangre. Y es que ese rostro obra del propio Chaney, pionero de los efectos de maquillaje además de actor, entró en el inconsciente colectivo como una de las más pavorosas representaciones del horror fílmico.

La película contó con un elevadísimo presupuesto para la época y la dirección de Rupert Julian en la mayor parte del metraje, porque fue posteriormente sustituido por Edward Sedgwick debido a las desavenencias del primero con el actor. De hecho, el propio Lon rodó algunas escenas. El perfeccionismo del intérprete le llevó a hacer diferentes pruebas de iluminación con varios maquillajes hasta conseguir el más efectivo en pantalla. De todas estas innovaciones se contagió la película, que incluso ¡¡incluyó escenas en color!! El colorido baile de salón en el que el fantasma aparece disfrazado, se muestra teñido de un primitivo tecnicolor que otorga gran luminosidad a la escena.

La atmósfera en America antes del estreno era de una gran excitación en la prensa y en la calle. El aspecto de Chaney fue guardado en secreto hasta la mismísima primera proyección del film y el público, conocedor de los extremos a los que solía llegar el actor en sus caracterizaciones, no paraba de hacer cábalas sobre lo que se les venía encima. De hecho, una frase popular de la época era “No pises esa araña, ¡Podría ser Lon Chaney!”. La espera surtió efecto. Hubo gran cantidad de gritos y desmayos en la platea en la escena en que Christine le arrebata la máscara a Erik, el fantasma, mostrando su descarnado rostro.

La película no solo se benefició de una interpretación sobrenatural del protagonista. El ambiente romántico de los sótanos de la Ópera de Paris, con sus mazmorras, puertas y pasadizos, dibujó un tapiz lleno de sombras y tenebrismo que realmente conseguían introducir al espectador en la historia del desfigurado Erik, el músico caído en desgracia que se oculta bajo el teatro más lujoso de la ciudad y cuya única aspiración es darle a su amor Christine, la exitosa carrera que merece. ¡Aunque tenga que matar y destruir parte del teatro para ello!

Volveremos a este film y, sobre todo a Chaney más adelante.

0 “Gooble gobble, one of us!”: